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Las rocas que daban antes nombre popular al actual paseo de Juan Aparicio siempre han estado habitadas por numerosa fauna. A los habituales cangrejillos que los críos buscan capturar en verano con su gambero, se suman los vuelos de gaviotas, gorriones, alguna cotorra desorientada y, en estos últimos años y muy especialmente, las palomas. Una bandada de más 50 de ellas ha convertido uno de los tramos más transitados del frente marítimo torrevejense en su hogar permanente.
El problema no es exclusivo de esta zona, pero sí ha incrementado su dimensión en los últimos años. El grupo se deja ver habitualmente entre las dos piscinas naturales del paseo, dando vueltas de un lado a otro. Periódicamente, algún vecino acude con la socorrida bolsa cargada de pan duro para darles alimento, pese a que la ordenanza lo prohíbe taxativamente. El extra se lo pone algún turista despistado que desconoce que dicha práctica está perseguida.
Todo ello para desdicha de los vecinos que residen en los edificios colindantes, que se buscan las mañas como pueden para espantar a las aves de sus terrazas y ventanas. Parece que los míticos cedés reflectantes ya no asustan y, ante el problema, el ingenio del vecindario se agudiza. Tanto que hasta las tiendas de artículos playeros más cercanas, por ejemplo, están vendiendo figuras de búhos que, lejos de ser para decorar algún estante, se colocan en los balcones a modo de pájaro espantapájaros. Todo sea por no encontrarse con el terrazo plagado del blanco excremento.
Y ahí no se acaba el catálogo de artilugios en esta zona que ya soporta habitualmente las molestias de pasear entre manteros. A estos métodos se ha sumado uno más sofisticado, el de los emisores de ultrasonidos. Unos cacharros, cuyo pitido es apenas perceptible para los humanos más jóvenes, pero que parece tener algo más efectividad. Entre tanto balcón, las palomas optan por aquellos más tranquilos.
El asunto del control de la población de palomas, de llegar al Ayuntamiento, no lo haría por primera vez. Ya en anteriores legislaturas se lanzaron propuestas de lo más variopintas. En 2015, por ejemplo, Cs (hoy sin representación en el Ayuntamiento) abogaba por suministrar a las bandadas pienso anticonceptivo. En 2017, Sueña Torrevieja también se hacía eco de las quejas de los hosteleros que ven sus mesas acechadas por las palomas. Así sucede, sin ir más lejos, en el entorno del paseo Vista Alegre o en el mismo bar del Club Náutico, donde las palomas aprovechan el menor descuido para rapiñar los restos del desayuno o el aperitivo.
En otros municipios, la opción de control que se ha puesto de moda es la lucha biológica, es decir, la suelta de rapaces como los halcones. Así lo han hecho en Murcia o Lorca, pese a las críticas de algunos colectivos animalistas.
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