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2027, retos del agua

Necesitamos agua real, tangible, no proyectos utópicos que siempre terminan archivados en las papeleras ministeriales

Sábado, 1 de febrero 2025, 10:21

Estamos en la cuenca hidrográfica del Segura. La cuenca más paradójica de Europa. Con una climatología afectando a sus territorios que la hace única, durante ... un periodo importante del año, para la producción agroalimentaria, pero con unos recursos hídricos insuficientes para desempeñar, sin auxilio del Estado, esa función. El Estado español, en 1933, decidió cambiar el sino de los tiempos promocionando un proyecto consistente en enviar agua a través de un canal desde el Alto Tajo al Segura. Lo que se denominó Acueducto Tajo-Segura. Cuarenta y seis años después, el proyecto se hizo realidad con la llegada, en marzo de 1979, de las primeras aguas solidarias. Los agricultores se afanaron en realizar el encargo hecho por el Estado: trabajar haciendo un uso respetuoso –hasta la excelencia– del recurso prestado. Digo prestado porque fruto del trabajo del sector se retornó a la sociedad española, desde el primer momento, buena parte de esa agua en forma productos alimentarios de primera calidad –imprescindibles para conformar lo que se viene denominando dieta mediterránea–. No solo regresó productos a la nación, también pingües dividendos que fueron a parar a las arcas del Estado vía impuestos directos e indirectos sobre la actividad. Y, por descontado, a través de una elevada tarifa de coste del metro cúbico del agua recibida, que han recepcionado durante décadas las haciendas de las comunidades autónomas ribereñas del Tajo. Tarifa que, dicho sea de paso, no tiene, desde sus orígenes, parangón con la de ninguna otra zona de regadío española ni, por descontado, europea.

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